EL milagro del silencio

Adentrarse en la quietud del cuerpo y el silencio de la mente es crear el espacio para experimentar el vacío y la ignorancia de donde brotan las preguntas y se expresan las respuestas. La mayoría de las personas pasan la vida evitando este silencio por miedo a sufrir con lo que ahí encuentren, y eso les lleva a sufrir eternamente su propio ruido.

 Dijo Blaise Pascal (https://es.wikipedia.org/wiki/Blaise_Pascal) que “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre para sentarse sólo y en silencio en una habitación”. Algo tan sencillo seguramente no es tan sencillo como parece.

He leído miles de páginas escritas por maestros y gurús, y escuchado miles de horas de sus charlas, retiros, seminarios y videos. Son muchas palabras para hablar sobre el silencio. Bernard Shaw escribió (https://es.wikipedia.org/wiki/George_Bernard_Shaw) “Soy tan partidario de la disciplina del silencio, que podría hablar horas enteras sobre ella”.

Pero tras todas esas palabras lo que llega al fin es la experiencia del silencio. El momento en que te sientas, te adentras en él y empiezas a buscar qué hay tan milagroso, tan transformador en el silencio y su quietud. Me costó decidir sentarme y hacerlo, al principio era algo ocasional, no acababa de creerme que algo tan aparentemente simple tuviera ese poder de iluminación. Era el eterno conflicto humano de idea versus experiencia. Realmente no experimentamos la vida, la pensamos, y el pensamiento oculta la experiencia, la disfraza, la esconde, para que en lugar de dejarnos vivir y transformar por ella, sigamos apegados a nuestra idea sobre lo que es, o no es, o debería ser.

El silencio tiene la cualidad de llevarte directamente a la experiencia de sí mismo. Probablemente al principio es difícil porque el ruido mental es demasiado ensordecedor, compulsivo, casi agresivo. Perseverar es la única manera. Esta es una de las formas en que se da el salto de fe. Perseverar en el silencio es lo mismo que perseverar en cualquier otra disciplina. Entrenar el cuerpo a moverse, y entrenar el cuerpo a estar quieto y alerta requieren el mismo tipo de perseverancia. La misma que entrenar la mente a silenciarse. La idea de perseverancia es en realidad la justificación de los esfuerzos que parecen inútiles. Cuando un esfuerzo del tipo que sea genera resultados que nos aportan valor, ya no es necesario justificar la repetición del esfuerzo mediante la idea de la perseverancia. Se sostiene en sus propios resultados. Sin embargo, cuando el esfuerzo no parece dar frutos necesitamos recurrir a la perseverancia para que mantener el esfuerzo tenga sentido en sí mismo. Al principio es así con el silencio. Por eso es tan fácil desistir y concluir que no sirve de nada. Eso nos lleva de nuevo al ruido, a la ausencia de espacio, al lugar del que nada esencial puede brotar.

Volver al ruido es volver al laberinto. Eckhart Tolle, comienza su obra “El silencio habla” (Stillness speaks) (https://www.casadellibro.com/libro-el-silencio-habla/9788484452737/1483153) diciendo “Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo”. Estar en el mundo y perderse en él son cosas diferentes. El silencio nos abre la puerta a estar en el mundo de otra manera, esencialmente libres de él. No podemos ser libres cuando estamos perdidos. Cierto que el silencio parece demasiado pequeño para llevarnos a un lugar tan grande, pero en realidad descubres que el silencio es infinito, y como tal, infinitamente poderoso.

¿Qué encontramos en el silencio que lo haga tan transformador? El gran cambio de perspectiva que sólo es posible observando desde otro lugar. En el silencio encontramos al que observa y atestigua sin perderse en lo observado. El testigo, el observador, el yo profundo, el ser esencial, tu verdadero yo más allá de todas las identidades y máscaras que has creado para ti. No está en oposición a todas ellas, sino al contrario las acepta todas y se hace consciente de que ninguna de ellas es su verdadera identidad. Por tanto, se ve libre de todas ellas, libre de la historia del ego, libre del ruido. La desidentificación de tu idea de ti mismo es la libertad absoluta, y no tiene nada que ver con las circunstancias de vida que estés experimentando en cada momento. No depende de ellas porque es esencial al ser. Un ser libre nunca puede no serlo. De nuevo, como con el amor, hemos conseguido convertir lo absoluto en una idea pequeña de bolsillo, para que nuestro ego pueda manejarla a su antojo. En el silencio encontramos la vuelta a lo absoluto en donde las ideas pequeñas se disuelven como sal en el agua.

Creo que merece la pena probar, es gratis, no requiere equipamiento alguno, sólo una silla, unos minutos de tu tiempo y al principio, mucha, mucha perseverancia y amabilidad ante todo lo que aparezca. Y aparecerán cosas, pero de eso se trata, de que aparezcan todas, una a una, para poder ser observadas. El observador observa, tú eres el observador. Las cosas pasan, tú permaneces. Lo que permanece siempre eres tú. El reencuentro contigo es la experiencia más sublime que se puede vivir.

¡GRACIAS POR TU TIEMPO!

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