NO ES TAN FACIL

La respiración es la gran herramienta del silencio, pero no es tan fácil. Hay una razón para ello. Se llama red neuronal por defecto. Aunque sí puede tener una función, no está claro si es algo esencial al ser humano, o un funcionamiento heredado, consecuencia del modo en que usamos nuestra mente, pero lo cierto es que es el estado en que cualquier persona pasa casi el 50% de su tiempo de vigilia, según un estudio muy revelador y sin precedentes, realizado por la Universidad de Harvard. La mente siempre está activa, nos hace propuestas continuamente, la mayoría de ellas son espontáneas, proceden del inconsciente, y no tienen una utilidad específica. Mientras estamos en ese modo, no elegimos nuestros pensamientos ni emociones o sensaciones, ellos eligen cuándo surgir, sin que exista necesariamente una conexión con el momento presente. De hecho, suelen estar totalmente desconectados del ahora. Por eso, durante casi el 50% de cada día no estamos presentes en nuestra vida.

La primera consecuencia de estar ausentes en nuestra propia vida es que no es memorable, no la recordamos. Cuanto más tiempo pasamos en la red por defecto, más desapercibida nos pasa la vida, ya que el cerebro entiende que no hay que registrar aquello en lo que no ponemos atención. El cerebro aprende de nuestro comportamiento. Como consecuencia de ello, la red por defecto es una poderosa fuente de insatisfacción e infelicidad, y no es de extrañar. ¿Qué felicidad puede encontrarse en ausentarse del único momento en que estamos vivos?

No es tan fácil, se requiere una toma de consciencia sobre uno mismo para estar presente en el ahora. El ahora es atemporal, no tiene principio ni fin, no tiene linealidad como nuestra mente nos quiere hacer creer. Por eso, para estar presente, basta estarlo ahora, no es necesario estar presente “todo el tiempo”. O podríamos decir que estar presente todo el tiempo y estar presente ahora es la misma cosa.  

Esta toma de consciencia es la que tiene el poder de sacarnos de las divagaciones involuntarias que dirigen nuestra vida en nuestra ausencia. Observarnos a nosotros mismos interrumpe el funcionamiento automático del cerebro, y nos trae al momento presente. Basta con cerrar los ojos, tomar una respiración consciente, y el viaje interminable se termina aquí y ahora. Ello no quiere decir que el ruido mental cese y tomemos por completo las riendas de nuestros pensamientos y emociones, pero sí que tanto los unos como las otras son observados, se hacen conscientes, y bajo ese escrutinio se comienza a organizar nuestra actividad mental y podemos comprender muchos “cómos” y muchos “porqués”.

Observarnos a nosotros mismos nos permite entrenar la atención, o mejor, entrenar la capacidad de elegir dónde dirigimos la atención, y tal elección es el mayor acto de libertad del ser humano. La verdadera libertad, la libertad absoluta, es vivir libre de los propios pensamientos, emociones y sensaciones. Ello no implica dejar de pensar y sentir, sino ser conscientes de lo que pensamos y sentimos a través del enfoque deliberado y consciente de la atención hacia nuestro propio estado, y desde ahí, desidentificarnos de todo ello.

No es tan fácil, nuestro cerebro lleva años funcionando de manera automática por debajo del radar de nuestra atención, lo que normalmente genera experiencias de mayor o menor ansiedad, estrés o miedo. Pero en su propio funcionamiento está la salida de tal forma de percibir la vida. Todo está ahí, solo debemos tomar la decisión de elegir hacia dónde dirigimos la linterna de la atención. El cerebro aprende, crea nuevas maneras de percibir y de pensar. Sostener la atención fortalece las partes del cerebro implicadas en ella, y permite las tomas de consciencia. El cerebro se escucha a sí mismo y poco a poco se convierte en el mejor aliado para nuestra felicidad.

Y todo empieza poniendo atención en la inhalación, la exhalación, el espacio entre ambas, y de nuevo la inhalación, la exhalación…

¡GRACIAS POR TU TIEMPO!

Anterior
Anterior

idea versus experiencia

Siguiente
Siguiente

inhalar, exhalar…