CIERRA LOS OJOS, respira…

Aquí estoy de nuevo. Aquí estás tú. Es nuestro ratito. Si me estás leyendo es que has dejado cualquier otra cosa que podrías estar haciendo y has elegido darte este tiempo. Porque ahora mismo esa es la belleza de darme tu atención, que compartes tu tiempo conmigo, pero es tu tiempo.

¿Cuántas veces cada día piensas o dices “no tengo tiempo”? Asumimos que es normal vivir una vida en la que nuestro tiempo no nos pertenece. ¿Si mi tiempo no me pertenece a mí y el tuyo no te pertenece a ti, será que mi tiempo te pertenece a ti y el tuyo a mí? No tiene ningún sentido. Ello solo puede llevar al aturdimiento.

En el aturdimiento no sé quién soy. Mi tiempo es consumido por alguien que se desconoce a sí mismo porque no tiene tiempo de conocerse. De hecho, si se conociera, es posible que no consumiera su tiempo en muchas de las cosas que lo consumen ahora. Esta forma de vida no aguanta un mínimo de cuestionamiento. Vivimos en un castillo de naipes y cualquier corriente de aire hace peligrar el montaje.

Este es tu ratito. No sé dónde estás cuando me lees. Tal vez en casa, tal vez en el autobús, tal vez en una cafetería tomando un café, o esperando a alguien, da igual. Toma este momento para ti. Estás respirando. Inhalas y exhalas. Inhalas y exhalas. Irremediablemente ahora estás percibiendo tu respiración, sólo porque has dirigido a ella tu atención, en este ratito, que es tu ratito. No hace falta que modifiques tu respiración de ninguna manera, aunque probablemente sólo con poner atención en ella has sentido la necesidad de hacer una inspiración profunda, como si acabaras de recordar que respiras y quisieras tener una experiencia plena de ello. Sigue respirando. Ahora cierra tus ojos y pon tu atención en el aire que entra por tu nariz, llega a tus pulmones, baja hasta tu abdomen, que se expande, y tras una breve pausa, casi imperceptible, pero existente, inicia el recorrido de vuelta hacia tu nariz, por la que sale suavemente mientras sientes su calidez al salir. Repite esta respiración atendida 2 o 3 veces más. No lo ves, pero se ha puesto en marcha todo un mecanismo de enfoque de atención, de consciencia, de calma. ¿Cómo ha sido tu experiencia? Tal vez no te hayas parado a pensar esto, pero este breve instante ha sido tal y como es el resto de tu día, como un pequeño espejo. ¿No te parece que tiene sentido explorarlo?

Seguro que algo ha cambiado. Este es, está siendo, ha sido, tu ratito. No se lo has dado a nadie, y eso está bien. En cualquier momento puedes cerrar los ojos, o entornarlos, respirar y percibir tu respiración durante unos minutos. Conocerte, atenderte, sentirte, acogerte.

Aprendí sobre el poder de respirarme y sentirme de la manera difícil, cuando no me quedó otra opción. Mi castillo de naipes había sido sacudido por un vendaval y se había llevado casi todo menos a mí. Me di cuenta de que no sabía quién era, y tenía que pasar todo el tiempo conmigo. Por mucho que quisiera darme esquinazo, ahí estaba siempre, pegada a mí. ¿Y ahora qué? Empecé a respirar.

¡GRACIAS POR TU TIEMPO!

Anterior
Anterior

¿Donde está tu atención?

Siguiente
Siguiente

¿QUIÉN SOY? ¿que hago AQUI?